NUESTROS PAISANOS, LOS INDIOS
El cartel que acompaña esta crónica está al final de una exposición sobre la vida, conquista y sometimiento de los indios fueguinos en el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. Sin decirlo, increpa al espectador sobre un tema crucial en la identidad cultural de la sociedad argentina. En este país es frecuente afirmar en tono de humor que “los argentinos descienden de los barcos” en referencia a la gran inmigración europea de la segunda mitad del siglo XIX y el primer cuarto del XX.
La
frase, irónica, sobre el origen identitario argentino, es consecuencia de una
serie de mitos “históricos” que se resumen en expresiones tales como “Argentina
es un país sin identidad” o “Somos europeos, la nuestra es una sociedad transplantada.
No hace falta más que ver a la gente en la calle”. Y en el mejor de los casos
el pensamiento común es el de “no se sabe qué somos”.
En
todos los casos, se ha naturalizado que la sociedad argentina no tiene nada que
ver con los pueblos indígenas, originarios del actual territorio argentino. Y
se da por sentado que la conquista española borró para siempre todo vestigio
étnico. Pero una serie de datos significativos nos indican otra dirección de
los acontecimientos históricos, culturales y biológicos.
La
frase que sirve de título a la crónica pertenece al nombre del libro escrito por Carlos Martínez Sarasola. Una formidable investigación sobre el
universo de las comunidades indígenas argentinas. La expresión la toma el autor
de una arenga del General José de San Martín a sus tropas el 27 de julio de
1819, en plena lucha por la independencia.
“… y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios: seamos
libres, y lo demás no importa nada”. Pero la palabra “indios” se perdió en
el devenir de los acontecimientos y la construcción del Estado y los verdaderos
indios no recibieron nunca la categoría de compatriotas, algo que Martínez
Sarasola remarca en el prólogo.
Todo
el poder institucional español dejó de existir el 20 de febrero de 1813. Ese
día se produjo su derrota en la batalla de Salta y el abandono definitivo del
actual territorio argentino por fuerzas políticas y militares leales a España.
Para esa fecha, el 70 por ciento de lo que hoy conocemos como Argentina estaba
habitado por comunidades indígenas.
Estrechos
corredores entre Buenos Aires, Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan o Buenos
Aires, Córdoba, La Rioja,
Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy o las poblaciones ribereñas sobre los ríos de
La Plata,
Paraná, Uruguay y Paraguay eran territorio dominado por lo que se ha dado en
llamar el “hombre blanco” en oposición a la palabra indígena. El resto, lo que
hoy podemos visualizar en cualquier mapa escolar, era territorio indígena. No
había asentamientos de españoles o europeos. Pero en todas las ciudades
mencionadas había población negra esclava, indios mestizados y sometidos al
trabajo; es decir, la población no era exclusivamente “blanca”. No hay datos
sobre la cantidad de población indígena en la época. Recién en 1869 se hizo
algo parecido a un censo; se los contó desde el punto de vista militar, tanto
así como saber cuántos indios había del otro lado de la frontera. Se los contó
en número aproximado como enemigos.
Cristina Messineo
dice en la presentación del trabajo de la Universidad de Buenos
Aires “Lenguas indígenas y lenguas minorizadas” que “se estima que antes de la llegada de los
españoles a América, en lo que es hoy el territorio argentino, se hablaban unas
35 lenguas indígenas. Actualmente existen sólo 13, agrupadas en seis familias
lingüísticas”.
Escalas comparativas para determinar tipologías raciales. |
Es
evidente que algo pasó y la explicación aproximada de lo que sucedió puede
estar en estas afirmaciones de Martínez Sarasola en la obra citada: “La misma historia evidencia el
desmoronamiento paulatino de nuestra población aborigen, ya sea por acción
directa (las campañas militares) o por omisión (la no elaboración y ejecución
de políticas, que permitieron la “desaparición natural” de estas comunidades)”.
Sobre
campañas militares no alcanzaría la vida para leer todas las que hubo contra el
indio. Se sabe y es conocido el genocidio monumental que fue la denominada “Campaña del Desierto” emprendida por el general Julio Argentino
Roca entre 1878 y 1885. Pero hubo otras anteriores. No fue Roca el autor de ese
tenebroso eufemismo de llamar “Desierto”
a un territorio ampliamente habitado.
Un
comerciante y empresario devenido en cronista viajero, William Mac Cann, dice en el capítulo IV de su libro “Viaje
a caballo por la provincias argentinas”: “Le estaba reservado al general Rosas, imponerles un verdadero
escarmiento con su expedición de 1833. Esta expedición alcanzó tanto éxito, que
su jefe, al volver, fue llamado por todos el Héroe del Desierto. La guerra los
hubiera exterminado, pero los mismos indios pidieron la paz. El vencedor no se
proponía otro objeto; una vez que los hubo aterrorizado -al punto de que
temblaban a su solo nombre- muy de buena gana hizo la paz, pero imponiéndoles
la ley”.
En
el mismo capítulo explica con claridad meridiana el pensamiento dominante sobre
el aborigen: “Nada revela mejor la
superioridad de una raza sobre otra, que lo siguiente: los indios poseen
todavía un territorio mucho más extenso que el poseído por los habitantes de
raza española; eso no obstante, reciben como
limosna el auxilio que se les presta”.
Y en
el capítulo X, refiriéndose a los modos de viajar entre las actuales capitales
de provincia de Santa Fe y Córdoba, reconoce sin problemas que los territorios
eran indios. Dice: “Los preparativos del
viaje a Córdoba nos llevaron un día entero. Esta ciudad dista ochenta leguas de
Santa Fe. Antiguamente existía un camino público y seguro que las comunicaba,
pero de un tiempo a esta parte, según dije, los indios del Chaco han recobrado
muchos de sus antiguos dominios; el camino está casi abandonado y expuesto a
los asaltos de los salvajes; de ahí que el viajero no pueda aventurarse sino
con armas convenientes y bien preparado a la defensa”.
Mac
Cann recogió información 1842 y 1845. Ese año regresó a Inglaterra y en 1846
apareció en Liverpool la obra con el título “The present position of affairs in the River Plate” y la firmó con
el pseudónimo “A Merchant”.
En
la cartografía de 1867 que acompaña la obra de Víctor Martín De Moussy “Descripción Geográfica y Estadística de la Confederación
Argentina”, se puede ver claramente que el territorio
argentino estaba habitado en sus dos terceras partes por comunidades indígenas.
De Moussy cita nombres de tribus que hoy no reconocemos. A propósito de esta inmenso trabajo de
relevamiento decía De Moussy en la propuesta que le hizo al entonces presidente
Justo José de Urquiza: “…
todos conocen cuan desconocido es en Europa, sino también en América Meridional
misma, el interior de las provincias argentinas”. Es evidente que las propias autoridades
desconocían la dimensión del territorio y sus habitantes.
El Gran Chaco. Territorios indígenas del norte. |
Y sobre su trabajo escribió después: “Nuestras
exploraciones comprenden las catorce provincias de la Confederación Argentina,
nos han costado cuatro años enteros de viajes. Hemos recorrido el país en todas
direcciones”. La obra se publicó en París entre 1860 y 1868 bajo el nombre de Descripcion
physique, geographique et statistique de la Confederation Argentine,
y constaba de tres volúmenes con abundantes datos estadísticos y una
cartografía completa del actual territorio argentino. Varios de estos mapas los
pueden ver en el siguiente enlace https://www.flickr.com/photos/sarmiento-cm/sets/72157644873254070/. Son fotografías propias tomadas de la
edición “Librairie de Firmin Didot Frères. Fils et Cie” de 1873 propiedad de la
biblioteca del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires.
La
cartografía deja en claro que el tan mencionado desierto no era ningún
desierto. El sociólogo Marcelo Musante se pregunta en su ponencia “El
discurso como herramienta de un proceso social genocida”, publicado por la Comisión Provincial
por la Memoria
de Chaco: “¿Qué significa esa idea de
desierto? ¿Qué significa ese “Impenetrable Chaqueño? ¿Para quién es
impenetrable? ¿Acaso para los Tobas y Wichis que viven, comen y llevan siglos
en sus entrañas? ¿O es para los que no pueden acceder fácilmente a esos montes
entreverados a colonizarlos?
La
frase del museo con la que empieza esta nota ha sido siempre factor de debate,
aunque se haya naturalizado que – a diferencia de otros países sudamericanos –
acá no había indios o se extinguieron o fueron muertos por los españoles.
Martínez Sarasola dice en el prólogo de su libro “Nuestros paisanos, los indios”:
“La “cuestión indígena” fue siempre
harto debatida en nuestro país. Cíclicamente fue centro de interés e
innumerables discusiones. Como si fuera menester debatir la idea de dignificar
de una buena vez la vida de un sector crónicamente postergado por la sociedad
argentina”.
Y
agrega: “Salvo excepciones – que siempre coinciden con los interregnos
democráticos – los indígenas no fueron considerados compatriotas, aberración
que hoy, con grandes esfuerzos, está comenzando a ser superada”.
Es
posible. Al menos la frase del museo intenta de que el visitante se pregunte:
¿qué fue de nuestros indios?
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